Tú dijiste que el cristal
era una ventana,
que esa pared, era mi casa;
hablaste de puertas que se cierran,
de balcones que jamás se abrieron.
Ahora me acuerdo.
Me llevo la mano izquierda hacia el pecho,
meto un dedo, dos, por el agujero;
te busco,
nos busco, allí, dentro,
donde estaba
el alfiler.
Ahora, recuerdo,
me acuerdo (de)
que
[y que ha llegado
el momento
de echarme

Infierno de Sal
ResponderEliminar"También el cristal
se te envenenó de aliento
Borraste distancias,
y sin querer...
quedamos encerrados en el mismo vidrio"