viernes, 13 de mayo de 2011

A la mañana (siguiente)

En general el proceso sigue un orden, aunque permite algunas ligeras variaciones. Yo, por ejemplo, doblo primero la pijama y la guardo en la repisa. Lo siguiente es arrancar toda la ropa –de cama- hasta que el colchón muestre sus carnes desnudas, para después irlo vistiendo poco a poco. Comienzo por la sábana de cajón, estirándola cuidadosamente hasta dejarla en un abrazo entallado. Despliego en el aire el siguiente lienzo y lo dejo caer lentamente, sabiendo que entre sábana y sábana quedará cubierto el cuerpo de tu ausencia, esa rendija en la que me deslizo cada noche (sin ti).
A continuación viene el momento de recostar las almohadas, primero la que usó tu nombre por la noche mientras la abrazaba, seguida por la que le ofreció a mi mejilla un beso de buenas noches como premio de consolación. Inseparables, ellas presienten el calor propio de las de su especie y continuan su charla sin tiempo, siempre una al lado de la otra. Después me ocupo en extender los cobertores, el que traje conmigo de otros olvidos, y otro más, el que me regalaste tú luego de aquella primera noche en que mis brazos no pudieron contener tu calor -y tuviste frío-.

En esta primavera todas mis noches son de invierno, aún las más calurosas, pero yo duermo tapado con tu fantasma

de la cabeza a los pies.

Yo, no quería tender la cama nunca.
Eso lo aprendí de ti.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Jueves









Se siente igual que cerrar la puerta con llave y descubrir que te quedaste afuera: ausencia es llamar por teléfono y que nadie descuelgue al otro lado de la línea. Hoy podría narrar mi funeral de siete formas diferentes, enfermarme los huesos de humedad, desollarme de tu piel, borrarme de un tachón… cualquier cosa sería menos desesperante que no verte. La ausencia es una duda que no se convierte en decepción.


Con el tiempo me he dado cuenta de que estoy vacío.
Mi soledad está en tu compañía, lo sé porque me dejó una nota dentro del refrigerador y una rebanada de pastel pegada por fuera. La conversación se nos quedó a medias, parece que no tuviste tiempo suficiente para irte. Y sin embargo, no estás. Busco palabras para escribir, pero todas están enfermas de llanto. Es inútil insistir: los verbos en presente ya no se visten de plural. La ausencia es un problema de conjugación.

La soledad es la compañía más fiel: puntual y disciplinada. La ausencia es insoportablemente inoportuna: siempre llega cuando tú no estás. En mi ventana las cortinas aprietan sus dobleces, pesadas como ocasos. Si tú no me amaneces no sale el sol. Construyo una casa de papel para darle tinta a nuestros contornos; habitantes de mi cuaderno, somos personajes de un Dios creado a mi imagen y semejanza.

A mí, me gustaría abandonarme a la vida. Contigo.