miércoles, 4 de mayo de 2011

Jueves









Se siente igual que cerrar la puerta con llave y descubrir que te quedaste afuera: ausencia es llamar por teléfono y que nadie descuelgue al otro lado de la línea. Hoy podría narrar mi funeral de siete formas diferentes, enfermarme los huesos de humedad, desollarme de tu piel, borrarme de un tachón… cualquier cosa sería menos desesperante que no verte. La ausencia es una duda que no se convierte en decepción.


Con el tiempo me he dado cuenta de que estoy vacío.
Mi soledad está en tu compañía, lo sé porque me dejó una nota dentro del refrigerador y una rebanada de pastel pegada por fuera. La conversación se nos quedó a medias, parece que no tuviste tiempo suficiente para irte. Y sin embargo, no estás. Busco palabras para escribir, pero todas están enfermas de llanto. Es inútil insistir: los verbos en presente ya no se visten de plural. La ausencia es un problema de conjugación.

La soledad es la compañía más fiel: puntual y disciplinada. La ausencia es insoportablemente inoportuna: siempre llega cuando tú no estás. En mi ventana las cortinas aprietan sus dobleces, pesadas como ocasos. Si tú no me amaneces no sale el sol. Construyo una casa de papel para darle tinta a nuestros contornos; habitantes de mi cuaderno, somos personajes de un Dios creado a mi imagen y semejanza.

A mí, me gustaría abandonarme a la vida. Contigo.

1 comentario:

  1. Magnífico. Me encantó cómo vas desplegando la idea, o la relación ausencia-soledad, y en lo que concluyes.

    Muy parecido a "< Sin firma >", que tiene otro tema.

    Seguiré leyendo.


    Saludos.

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